lunes, 1 de diciembre de 2008

Mamá, no me gusta


Cuando L. tenía 4 meses, su pediatra me dijo que le metiera las frutas. Antes de esto ella sólo tomaba teta y biberón con cereales.

Lo primero que sorprende es el lenguaje. "Meterle las frutas", suena un poco como lo de "la letra con sangre entra", da igual que la niña quiera o no. Tú, le metes las frutas, cuando quizás lo correcto sería decir, ofrécele las frutas. Que es lo que yo hice.

Claro, que cuando L. tenía 4 meses, yo ya tenía algo de experiencia en eso de ser mamá. El no ser primeriza en algo hace que te quites muchas obsesiones y aprendas a relativizar algunas cosas.

No obstante, obedecí, y preparé un puré de frutas con mucho amor. Un poco de zumo de naranja, medio plátano, media manzana, y media pera.

Cuando lo pensaba, me parecía una barbaridad, yo no merendaría todo eso ni loca, pero bueno, hay que hacer caso a la pediatra.

Mi pequeña L., dijo que eso se lo iba a comer su padre, o su madre, o Rita la cantaora, pero desde luego ella quería su "bibe", de toda la vida (corta, vida, pero vida al fin y al cabo). Lo intenté durante dos días más y al siguiente desistí.

A los 6 meses me pasó lo mismo con las verduras, y a los 7 con la ternera y el pollo. L. insistía en no comer purés, y estuvo alimentada a base de leche y cereales hasta los 9 meses.

En las revisiones de cada mes, y cuando otras mamás me preguntaban, yo mentía y les contaba que sí, que la niña se lo comía todo, las frutas, las verduras, la carne, etc. Mentía conscientemente, porque estaba haciendo un experimento. Además, L. era una niña delgada (lo sigue siendo aunque no tanto), en un percentil 10, cuando lo normal era un 50. Pero yo la veía activa, sana, y muy muy trasto (lo sigue siendo).

A los 9 meses, L. vió a su hermano, con un plátano entero, y pidió probarlo. Al año pedía bocadillos de chorizo (tenía que vigilarla bien cerca para que no se atragantara), al año y medio comía completamente sola y antes de los dos años ya había probado el pulpo a la gallega, los mejillones, los calamares a la romana, la carne, el arroz, las judías verdes enteras, el cardo, las acelgas y todas las frutas habidas y por haber. La verdad es que es una niña que come muy bien.

A lo mejor he tenido suerte, o a lo mejor es simplemente que todos los problemas que tienen los niños para comer vienen de no respetar sus tiempos, y de intentar obligarles a hacer algo que no quieren.

Yo me inclino más por la segunda teoría. La gente de mi generación, somos los hijos de los niños de la post-guerra. Aquellos que fueron educados con "la del pobre, antes reventar que sobre". He visto a mamás llorar, porque sus hijos (rollizos por otra parte), comían poquísimo, y hacer de éso un drama hace que el niño se cierre más aún en banda.

4 comentarios:

josman dijo...

a mi un pajarito me contó algo de L.:

Dicen que una noche la mamá de L. le contaba a ella y a su hermanito que si veian una estrella fugaz habia que pedir un deseo:

-Que pediriais??

-Yo quiero tener un bonito sueño, dijo el hermano

-y tu L.?? pregunto mami

-yo quiero un vaso de agua

desde ese dia me declaré fan incondicionl de L.

Alhuerto dijo...

Jajaja... yo tambien me uno al club fanáticos de L.

Pues al hermano que me sigue en estirpe... de pequeño le costaba mucho comer, le entraban arcadas casi siempre y claro decidia no comer lo que le provocase malestar... hubo broncas, forcejeos durante un tiempo hasta que se alimentó solo de carne, patatas, pollo y pasta....hasta que un día, ya algo más crecido, le diagnosticaron alérgias a casi todo lo comestible, y entendimos todos el porque de las molestias y el negativismo delante de la gran mayoria de comidas.

Luego se le fue yendo.... ahora me come de tó.

Niños... ains. Esas cosas tan complejas que corretean y porculean.
Mi perra tambien corretea y porculea.... estoooo, mmmmm.... jejeje.

Besooooos.

Thalía dijo...

Jos..., yo tb soy fan incondicional de Y. y A., es recíproco, aunque por otros motivos, jejee.

Bueno, si el tema son enfermedades, o alergias, la cosa cambia. Si un niño no come, hay que ir al médico, pero si no le pasa nada, entonces, lo mejor es que no note nuestra ansiedad.

Por cierto, yo tb, fanántica de tu L. Dale un achuchón y un suave mordisco en la oreja de mi parte.

Besos a los dos.

Circe dijo...

Pues mirad, esto se une a diversas historias que estoy conociendo estos días sobre niños que comen poco, que son obligados a comer, o que no lo son... Mi hermana Casandra, por ejemplo, se pasó toda su infancia diciendo que no quería comer más, que le dolía la tripa, al punto que en casa la llamábamos la Loli y jamás la creímos (es lo que tiene mi pobre hermana, que nunca la creemos). Hasta que un día acabamos con ella en urgencias y la operaron de apendicitis. Desde esa noche come como una puñetera lima... y sigue flaca, la jodía...

Y al margen de historias, yo creo que la forma en que los niños se inician en la comida va a condicionar en gran medida su actitud hacia ella. Creo que es importante que la comida sea sinónimo de cosas agradables, de placeres no obligados, lograr hacer de ella una mezcla de disciplina, rito y placer... con cuidado de que no se convierta en la principal vía de satisfacción afectiva, que así acabamos muchas, con el discurso de 'ala qué día más tonto tengo y pobrecita yo y qué poco me quejo, pues toma cochifrito...' jejeje...

Me anoto esta historia de L. (y la del agua...! qué crack, L..!) en el cajón de las historias a recordar...