sábado, 26 de septiembre de 2009

Deseos irresistibles?


Este artículo fue publicado en el Diario Clarín (Argentina) hace ya bastante tiempo, sin embargo por la claridad con la que fue expuesto el tema es interesante conocer o recordar qué nos sucede a nivel cerebral cuando tenemos el deseo de comer. Habla acerca de la compulsión a comer y de la dependencia a la comida, que es considerada una adicción.





REACCIONES. La imagen señala las partes activadas del cerebro ante el deseo de comer. Coinciden con las que se accionan ante el estímulo del alcohol o las drogas. (Foto: PNAS).


Esas vitales tentaciones

Por María Farber. De la redacción de Clarín.com
mfarber@claringlobal.com.ar


Una nueva investigación trae un viejo tema a la palestra: la adicción a la comida. ¿Novedad? El concepto ciertamente no lo es sino que pertenece a la vida cotidiana: "soy adicta al chocolate", reconocen millones de mujeres al sucumbir una y otra vez frente a una barrita envuelta en papel metalizado. Sin embargo, esta vez se trata de una prueba avalada por el peso de la ciencia, que permite comprender con profundidad conductas compulsivas relacionadas a la comida. Mediante un experimento, se implantó a un grupo de siete personas obesas un dispositivo que provocaba estímulos en su estómago y se midieron las reacciones que generaron las distintas sensaciones (de saciedad, de ansiedad) en el cerebro. La conclusión fue la esperada: las zonas cerebrales que se activaron frente al deseo de comer fueron las mismas que se registran en adictos a las drogas, al alcohol o al cigarrillo.

"Los mecanismos neurológicos que subyacen la sobrealimentación en la obesidad no son aún comprendidos. Evaluamos las respuestas neurobiológicas a un Estimulador Gástrico Implantable que induce la expansión del estómago vía estimulación eléctrica del nervio vago (o neumogástrico) para identificar los circuitos cerebrales responsables por sus efectos en la disminución de la ingesta de alimentos", apunta el equipo liderado por Gene-Jack Wang del Departamento Médico del Laboratorio Nacional de Brookhaven de Nueva York en un artículo publicado por la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

Luego se realizaron tomografías computadas para obtener imágenes, en las que se registraron las áreas cerebrales activadas. "Apenas vimos las tomografías, me acordé de lo que habíamos estudiado sobre la adicción a las drogas, cuando la gente está en un estado de mucha ansiedad: se iluminaron las mismas áreas", dijo Wang.

Este hallazgo permitiría explicar las razones de por qué resulta tan difícil adelgazar y, sobre todo, lo titánico de no volver a engordar, puesto que el exceso de peso tiene además de una base biológica, un correlato evidente en las emociones y la conducta. Si las personas saciadas aún tienen deseos de comer, es porque su mente necesita, igual que un adicto, volver a experimentar satisfacción a través de la comida.

"Con esta investigación se corrobora que el nervio vago es el mediador de la comunicación entre lo que como y lo que siento. Ese nervio lleva la información al cerebro y se activan los centros que tienen que ver con el deseo. Esto implica que lo que busca una persona al comer es la recompensa de una sensación placentera. La gente no quiere la comida o el alcohol, sino la sensación que genera el comer o el beber", explica Mónica Katz, médica nutricionista y directora del Centro de Prevención y Tratamiento de Sobrepeso de la Fundación Favaloro.

Por supuesto que en la actualidad las conductas adictivas son tenidas en cuenta."Donde la adicción es muy fuerte, el tratamiento no pasa sólo por la dieta, sino por un enfoque terapéutico global e integral de la obesidad, abordado por el nutricionista, el tratamiento de las conductas, la actividad física, y eventualmente, por la cirugía si el caso lo requiere y el paciente está en condiciones de llevarla a cabo. Si hay una adicción, ésta debe ser tratada como tal, en forma adecuada a cada persona, nunca puede ser general o igual para todos", explica Juan José Munné, médico nutricionista y docente de la Cátedra de Nutrición de la UBA.

O sea que no estamos hablando sólo de adelgazar sino de abandonar una adicción. Pero a diferencia de otras, lo particular de ésta es que no puede abstenerse de su objeto de deseo: se puede dejar el alcohol, evitar el consumo de una droga, pero no se puede dejar de comer, ya que es una función vital. "Para dejar una adicción lo primero que hay que saber es a qué le es funcional, porque una adicción siempre está al servicio de algo", señala Katz. "Lo segundo es que de la comida no se puede hacer abstinencia. Una persona que no come se come a sí misma. Y esto está documentado, se consumen los músculos, el cuerpo se consume a sí mismo. No hay que pensar que porque es una adicción hay que hacer abstinencia, ni que porque se come menos se tiene menos hambre. El hombre es una máquina que transforma el alimento en energía, la comida es un combustible necesario. Pero además de ser esa "máquina termodinámica", el humano es un ser deseante. Privarse de la comida, es una deprivación hedónica, una restricción del placer, y esto impacta en el cerebro".

Pero, ¿todos los obesos son adictos? "No, pero sabemos desde hace mucho que el tratamiento debe orientarse a la adicción", dice el Dr. Alberto Cormillot. "Cuando hace 40 años se fundó ALCO (Asociación de Lucha contra la Obesidad), ésta se basó en el modelo de Alcohólicos Anónimos. También hay un componente biológico que no se puede tratar. Por ejemplo, un bebé que nace con dos kilos tiene un registro genético que va procurar aumentar su peso y su metabolismo va a trabajar para la acumulación. Entonces lo que se trata es el componente conductual. Es diferente el tratamiento cuando hay un componente depresivo importante. En realidad, todos los gordos saben qué dieta tienen que hacer, lo que necesitan es cambiar la conducta y resolver situaciones que están alrededor del problema. Y hay que entender que esto no es un problema individual, sino social. No podemos pensar que el 60% de los individuos del mundo se pusieron de acuerdo en los últimos 30 años para engordar. Tenemos una industria de la alimentación, una serie de electrodomésticos y comodidades que generan sedentarismo y gobiernos que se instalan en la inacción frente a un problema evidente", subraya.

Por eso, para Cormillot, tener una prueba más de la dimensión neurobiológica de la obesidad no cambiará la situación. "Desgraciadamente la mayor parte de los fondos se destinan a investigación en mecanismos biológicos, pero no se destinan a la investigación de mecanismos psicológicos o sociales. ¿Cuáles son los mecanismos sociales que impiden que en el colegio se les dé comida saludable a los chicos? ¿Qué pasa en la cabeza de la gente que impide tomar medidas frente a esta epidemia?", cuestiona.

"La obesidad fue una de las cenicientas de la medicina", opina Katz, "Hoy hay varias líneas de investigación, pero no hay una planificación coherente. Sin embargo, investigaciones como la de Wang nos empiezan a dar una idea de cómo funciona el cerebro, lo que nos muestra que hay mucho por hacer. Ahora conocemos la anatomía neural de ese fenómeno psíquico que se describe como adicción. Empezamos a trabajar en esta situación que el ministerio de salud describe como una bomba sanitaria. Tenemos que hacer algo. Pero sepamos que si hay un 60% de la población mundial que tiene sobrepeso, y un 40% que ya es obeso, esto ya no es una pandemia; en mi opinión, estamos frente a una transición antropométrica de la especie humana, vamos hacia una especie humana más gordita".

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